miércoles, 3 de diciembre de 2008

Mañanas heladas

Sonó el despertador. Tratando de no oirlo giré la cabeza y la metí bajo el edredón, está claro que el calor y el sonido no estan hechos de la misma pasta. El despertador había llegado a su punto máximo esperando a que la persona que lo había puesto despertara, y empezaban a dolerme los oidos por el maldito pitido.

-Despiertaté de una vez y apagaló -pensé- No se como hay gente que tarda tanto en espabilarse.

PIPIPIPIPIPIPIPIPIPIPIPIPIPI!!!!!!!

Entonces caí en la cuenta. Entraba demasiada luz por la ventana como para que fuesen las 7 de la mañana (en este país no han descubierto aun las persianas).

-Debe ser el mio.
Levanté la cabeza y miré a la cama de al lado. No había nadie.
-Pfffffff, ¿ya es la hora?

A duras penas me puse en pie y comencé con el famoso juego matutino de acertar con la pernera del pantalón. Esta vez solo me llevó 3 intentos. Voy mejorando mi marca.

El resto de prendas me fueron extremadamente fáciles de poner... una vez que asumes que no tienes ningún jersey de cuello alto, aprendes que si la cabeza no asoma rapidamente, es que estás metiendola por una manga. Finalmente llegó el momento de salir (siempre me pregunto por qué madrugo tanto para luego llegar a casa de mi primo y pasarme 2 horas arrastrando hasta decidirnos a empezar el día... tratamos de hacernos al horario inglés supongo).

Abrí la puerta de la casa. Un viento gélido azotó mi cara. Maldito viengo gélido...
Afuera, una chica esperaba a alguien en la acera. Parecía atractiva, asi que traté de no parecer demasiado afectado por el sueño, poner buena cara y erguirme lo más posible.

Di el primer paso fuera de la casa... el rocío de la noche anterior se había congelado formando una capa de hielo casí invisible. Mi pie izquierdo decidió irse dios sabe donde y mis brazos, para evitar su huída hicieron un rápido aspaviento. Tengo una teoría... da igual lo fuerte, grande o duro que parezcas. Una vez que te resbalas y haces algún movimiento espasmódico para no caerte, te perderán todo el respeto. La chica se rió. Yo sonreí, miré al suelo y continué mi camino.

El resto del camino fue divertido. Atravesé Pearson Park. Su cesped aun desvelaba resquicios de la nevada de la noche anterior. La nieve virgen que rodeaba los columpios explicaba sin necesidad de palabras el gran favor que hicieron las videoconsolas a los niños de países fríós.

Una ardilla. Otro resbalón. Empezaba a sentirme como una de esas personas descoordinadas incapaces de andar correctamente. La gente raspaba los cristales de los coches para arrancarles el hielo.

Llegando al centro comercial (he de atravesarlo para llegar al centro) un coche resbaló durante 4 segundos cuando frenaba antes de tomar una curva.

-Vaya, pensaba que la gente de aquí estaba acostumbrada-

Seguía mi camino cunado un paf sonó detrás de mí. Otra vez aquella curva. Un chico se levantaba del suelo y recogía su bici 3 metros más allá. No pude evitar soltar una carcajada. Volví a resbalar. Al menos yo no me caía.

Entré al centro comercial. El primer centro comercial sin sistema de climatización. Ni me molesté en quitarme los guantes, la bufanda, la chaqueta ni el gorro. Un chico me adelantó.

-Maldita sea, ¿Qué les pasa en este país? ¿Solo lleva una sudadera? Bueno, será porque está dentro del centro comercial.

10 minutos después y fuera del centro comercial me lo volví a cruzar. No, no era porque estuviera dentro del St Stevens. Seguía con aquella sudadera raquítica. Luego recordé aquel hombre que ví en manga corta 3 días antes andando bajo la nieve. El chico de la sudadera raquítica pasó automaticamente a parecerme un nenaza.

Después de varios resbalones y demás anecdotas sin importancia llegué a casa de mi primo, donde me esperaba un buen café caliente.

Tal vez debería pensar en comprarme una cafetera.

2 comentarios:

fernan dijo...

Que friiiiiio.

Por cierto Hedu, ¿lo de poner hedredón y herguir es por contagio del hielo (amarillo en inglés)?

New Newyorker dijo...

bueno, pero se lee igual ¿no?